miércoles, 30 de septiembre de 2020

La Cura

Mi buena suerte, tesoro, te he echado de menos porque llevas mucho tiempo sin estar aquí, conmigo. Quería decirte lo mucho que pienso en ti y que me hubiera gustado escribirte en nuestro doce, pero simplemente no tuve palabras. Me duele ver que yo soy la única que nos recuerda, que te recuerda. Me duele todo el pecho y el corazón porque a veces, como hoy, siento que nunca voy a recomponerme del todo. No puedo mas cariño. Me has atravesado completamente, porque tuvimos un principio de los que nunca acaban. Porque nunca te borrare de mi mente y menos de mi corazón. Pero cuando me he estado recomponiendo te has aparecido por la noche después de muchos meses, justo cuando menos quería pensar en ti. Y me pides que no te olvide, como si tu no lo hubieras hecho, ¿por qué eres tan cruel? Tenemos una lucha que quiero que termine, por favor. No aguanto que no estés conmigo pero no me dejes estar con nadie mas. No aguanto que no estés aquí pero me pidas que siga estando sola. Tu recuerdo me lo pide, pide un sitio y una charla para asegurarse de que sigo existiendo. ¿Así me quieres ver siempre? ¿Como me dijiste que nunca estaría?

Estoy llorando mucho por ti aunque no te lo diga, estoy rebosando por ti y no vienes a abrazarme. Me cuesta mucho respirar porque todavía te cargo en el pecho, ya no queda espacio para ti pero aun así te empeñas en quedarte. Me estoy muriendo de amor y de frío, por no tener unas manos que calienten las mías. Por no tener las tuyas y por no tenerte a ti, porque me dueles aquí dentro.

Siento que todo lo que me rodea me hace daño y tu me haces daño cuando no te vas, por eso llevo meses sintiendo como me aplastas el pecho. Te ruego que me dejes.

Huye de mi, huye de mi, huye de mi.

Me has roto y yo tengo que arreglarme sola. Me has dejado así, desapareciendo de golpe sin pensar en las huellas. Me partiste en dos y todavía me desangro. No quiero quererte, no quiero echarte de menos, no quiero pedirte que vuelvas. Tu no eres la solución, solo fuiste el fantasma que me acompañó por el camino hasta que le surgieron nuevos planes. Pero soy yo la que esta aquí sin ti. Y siento mucho dolor por tu culpa.

Me has fallado a mi y a ti mismo, has sido capaz de enterrar todo un mundo y toda una vida.

Tu, desgraciadamente, has decidido mi vida. Y yo no he sido, ni seré capaz de enterrarte.

sábado, 17 de agosto de 2019

Recuérdame


A veces me gusta recordarte e intento pensar en ti antes de dormirme. "Quizás esta noche sueñe contigo"- pienso.
Cuando consigo soñar contigo, todo se vuelve silencioso y tranquilo. Me encuentro en una playa sin nombre, con olas rompiendo en un ambiente muy cálido, donde solo estoy yo, sentada en la orilla mientras apoyo la cabeza en las rodillas, el aire se mueve entre las palmeras y siempre es atardecer. Hay una cámara lenta que me muestra los instantes que pasamos, aunque no estás, siento que me miras desde lejos. Y eso es suficiente.
De repente siento que puedo sumergirme con mis recuerdos e ir a cualquier parte, a ese primer día, a ese último o al más feliz. Llevaba mucho tiempo sin verte, pero sigues siendo el mismo.
Cuando te veo estoy yo contigo, siempre estás sonriendo, o cansado, pero feliz. Cuando la miras no dices nada pero siempre te ríes, le acaricias la cara y te quedas cerca como si pudieras oírla. Tu forma de abrazar la hace sentir que no hay nada en el mundo más fuerte que eso. Tus ojos están siempre en los suyos, en sus comisuras, en sus pestañas, en sus manos.
Sé que la quieres cuidar como si pudiera romperse en un segundo.
 ¿Cuántas veces habrás deseado quedarte allí hasta hacerte viejo? Si alguien pudiera devolverte ese momento, ¿volverías?
Cuando he conseguido soñar contigo, la peor parte del sueño es aceptar una realidad distinta. Una realidad en la que siempre despierto de golpe, con un algo de lágrima y un mucho de pena. Siempre hace frío aquí dentro, porque te fuiste con la playa contigo.
Sin playa no hay olas, ni atardecer, ni ninguna sensación cálida que me toque la piel. Cuando despierto estoy en algún lugar de Alaska, encima de una montaña que nadie conoce, al lado de un río lleno de agua que no corre. Allí también hay silencio, pero no tiene el mismo significado. Los dedos se entumecen, los labios siempre están cortados. Y me rodea un enorme bosque al que nunca entro porque me da miedo sentir que estoy aún más perdida. 
Sólo me mantiene una sopa que no me sabe, un fuego casi en cenizas y algo de instinto al dormirme pensando: "Quizás esta noche sueñe contigo"

Por favor, volvamos allí, a donde te quise tanto que morí por ti. Yo volvería a morir 12 veces contigo.

CELOS

         

Te he separado de mí. No sé cuantos días llevas fuera, ni siquiera noté cuando te fuiste, -o cuánto-. 
Es una realidad para mí tener que vivir de aquello que recuerdo mientras formo parte de un presente que me exige las fuerzas.

Tengo un nudo en la garganta que intento resolver a gritos, pero solo emito voces mudas.
Se escapa el aire entre los recovecos de mi cuello, que sale vigorosamente, porque dentro la rabia ocupa todos los huecos. 

A veces te oigo en mi mente reclamando un tiempo que no tengo, 
como si supieras que yo te seguiré esperando. Siempre dices que vienes, pero nunca regresas. 
Y cada vez que te oigo me queda menos aire. 

 Vuelvo a ti, dilo tres veces.

Yo sigo inmóvil en este barco que nunca zarpa, veo como se aleja de la orilla y me quedo en medio de ninguna parte. 
A la deriva.
Mientras el mundo va con prisas yo vivo encerrada en el mismo momento, como un bucle sin intenciones de terminar. 
Pero de esta cárcel nunca se sale.

Muchas noches tu ausencia me atormenta y sólo me consuela sentarme a los pies de la cama y quedarme mirando a las estrellas. En ellas siento que dejaste un poco de paz para mi, por eso cada vez que las miro intento decirles cuánto te debo, 
pero tengo un reloj atravesado en el pecho.

Me gustaría ser como esos pájaros de verano, que emigran por instinto, huyendo de un invierno frío por supervivencia. Ellos aceptan que los tiempos cambian, 
aceptan irse aunque no sepan si les espera algo mejor.

El sol se sigue poniendo cada día y a mi, me duele un poco mas cada vez que veo un atardecer sin ti.

Nosotros no hemos roto, el amor no se rompe, sólo está muy lejos. Pero aunque algún día a mi me toque irme, tú viajarás conmigo. Y te he separado de mí.

Yo siempre te escribo y te recuerdo. Del corazón habla la boca. Y mi corazón rebosa de ti.

Tengo un dolor en el pecho que no se irá hasta que vuelvas, pero prefiero verte volver sin que sepas cómo enfermo, prefiero que tu corazón también rebose 
y que vuelvas sin haberte llamado.







sábado, 23 de julio de 2016

Cielos

Como puede ser que dos personas desconocidas se encuentren, justo en un día cualquiera y sin tener previsto con anterioridad el mas mínimo desastre, la verdad es que no había nada que perder, o que les hiciera perder. Se limitaron a tener un poco de cortesía, junto con otra buena parte de curiosidad y una pizca de picardía. Podría parecer extraño que se vieran por primera vez, se saluden y sientan cada uno al mismo tiempo y por separado lo mismo que siente el otro. Ella con sentimientos encontrados, entre el despecho y la necesidad constante de cariño, entre el miedo y la valentía, a veces con el rabo entre las piernas y otras, la mayoría, a punto de alcanzar el cielo. Sin saber que ese mismo día estaba un paso más cerca de tocarlo, exactamente a medio metro y rozándole la mano en cada paso en falso intencionado. Y aun con dudas sobre si apartarse la mejor opción siempre fue dejarse llevar, la mejor manera de liberar sus mariposas. "Quizás no le gusten mis labios rojos", pensó. Y se rozó los labios con la mano y sonriendo, como si estuviera atenta de lo que su cielo le decía mientras intentaba que su prisa por quitarse la superficialidad no se notara. Debía formular una pregunta rápido y lo bastante interesante como para hacer creer que su punto de atención era otro a parte de sus ojos, lo que no había visto nunca, cosas intensas, parecidas a un mar enfurecido o a un silencio perturbador, tenía la ternura en los ojos. Se sintió sorprendida sabiendo llevar su observación junto con la escucha desenfrenada. Escuchó los sueños de alguien desconocido sin cansarse lo más mínimo, deseando que siguiera para saber sus metas, sus inquietudes, su día a día, su color favorito, o su deporte... ¡como no! Ella vio su interior y lo más profundo de alguien que se deja ver, y eso es lo más bonito que le puedes ofrecer a alguien, la confianza absoluta que pones en ella contándole las caídas que sufriste, abriendo tu corazón a quien no conoces se demuestra más valentía que saltando desde un avión o desde cualquier parte, dándole la libertad de hacer lo que quiera con ello. Entonces fue cuando se sintió la chica más afortunada del mundo. Y se dio cuenta de que el amor puede ser lo peor que te pueda pasar, y también lo mejor. Que puede hacerte ser la persona que te gusta ser y también puede convertirte en alguien a quien odias. Puede romper barreras o construirlas, puede hacer perder el miedo, la noción del tiempo, puede hacerte daño o hacerte bien, puede ser tu ruina, destruirte, y después crearte de nuevo.

martes, 21 de enero de 2014

In dagas.


No subestimes el dolor que sufre un puño cerrado a causa de un recuerdo que se esparce desde el alma hacia los ojos. Pocas mentes has sabido descifrar cómo es ese tipo de sentimiento que hace que los dedos de tus pies se estremezcan, el sentimiento en el que te sientes físicamente activa y mentalmente débil, ese tipo de momento en el que tu vida no te satisface lo suficiente. Eso es lo que hace un dolor agudo que no se ve, sólo se siente, penetrante, permanente y perenne, que sigue ahí aunque a veces creas que no está porque te distraes, pero que vuelve a dolerte repentinamente cuando la vida se pone en tu contra de nuevo y hace que vuelvas a recordar, recuerdos que se cruzan en la mente como dagas afiladas y al rojo vivo. Un recuerdo o un instante, una palabra, un gesto, un lugar, un olor, un sonido, una sonrisa, una palabra, una mano que sujeta la tuya, una caricia en el pelo, un bostezo que termina en risa, un insulto que resulta ser broma; y a veces esas cosas parecen que no están, a veces esas cosas cobran sentido con el tiempo y se vuelven más valiosas a medida que las recuerdas, y aprendes a valorar y a no olvidar nada, porque en un futuro puede servirte para acudir a esos recuerdos y que te den de nuevo la vida que desperdicias haciendo cosas inútiles o que simplemente no te llenan. A veces esas cosas también te destrozan por dentro si quieres revivir todo aquello, porque sabes que se han ido y no volverán, que sólo te queda crear nuevos recuerdos encima para engañarte y decir que los antiguos nunca estuvieron –aunque siempre estén-. A veces, sólo a veces, es normal echarlo de menos y ser imbécil -o feliz-.
Lo cierto es que no puedo huir de eso porque estás en todas partes, estás siempre aunque no quiera verte y te evite en cada esquina, lo cierto es que estás en todo lo que hago y en todo lo que miro, en la ternura de un bebé que duerme plácidamente, en la impaciencia de una anciana con prisas, en el suelo que piso y en el amanecer que nunca presencio, estás en un “buenos días” y en el último bocado del último donut, estás en mi tinta -y en tu salsa-. Vienes y vas como si quisieras estar conmigo sólo a ratos -y a tus anchas-, vigilando siempre a dónde voy y qué cantidad de veces soy capaz de decir que no tengo hambre. Estás cuando me desvelo y creo estar sola y encontrarme en ningún lugar, perdida, pero ahí estás, observando con tranquilidad absoluta cómo me doy cuenta de que has aparecido en frente mía y me miras en silencio y sonriendo. Y te vas, como siempre, sin decir palabra, como si te sirviera ver que estoy viva y te conformaras con eso. A veces lo odio, y otras muchas, la mayoría,
haces que saque de mi esa parte que no sabía que existía. La parte en la que no tengo miedo de mirar fijamente a alguien, la parte en la que salto fuera de la timidez y de lo absurdo, la parte que me gusta de mi, solo eso.
¿Hasta cuándo estarás dispuesto a seguirme? Ingenuo, sé que estás ahí, y sin embargo, no sé ser yo, sin ti.

Fotografías mentales de momentos preciosos.


jueves, 9 de enero de 2014

El placer de escribirte.

Ella te escribía, sólo por el placer de recordarte. Sus primeras líneas comenzaban con suspiros y se iban escribiendo poco a poco en una piel suave, tu historia y su historia. A más suspiros más escribía, por eso decía que vivía por y para ti, cuanto más te recordaba menos aire le quedaba. Así mil y una cosa más a tu favor. Empezó a describir su mejor momento contigo, y cómo su cuerpo estaba hecho de escalofríos, que la rodeabas con toda tu ternura, que la besabas y después posabas tus labios sobre ella como si te preocupara que su piel se acabara.

Sabe reconocer cosas bonitas cuando las ve, y sobretodo cuando las siente. Y de repente un escalofrío era bonito, simplemente porque eras el motivo.

No quería irse del momento, ni del día, ni del lugar, no quería que el sol se escondiera ni que las vías del tren os dedicaran una banda sonora. Sólo deseaba sumergirse en el momento sin ningún miedo, cerrar los ojos y sentir como poco a poco dejaba de existir.
Ese momento se convirtió en otra razón más para quererte. Tú sonreías, esa sonrisa que acabó siendo suya. Tu forma de abrazarla hizo que encontraras su mirada, y tuvisteis una conversación en silencio, en la que decías que cada vez la querías más y no entendías por qué. Ella cada vez era un poco más tuya y la tenías un poco más cerca.

"Él es una brisa", decía. "Una brisa que te acompaña el paseo mientras vas distraída, te acompaña la voz cuando hablas y el silencio cuando callas. Él te acompaña y te sonríe, es una brisa en forma humana."

Ella estaba totalmente refugiada en cada palabra que salía por la punta de su lápiz. Como inmersa en él, ~y en sus brazos~.
Cogidos de la mano, la brisa y su musa, se miraban cada cinco segundos y medio para creerse que estaban ahí de verdad. Hablaron durante horas para no inventarse un mundo en el silencio, ~o en sus ojos~. Ella miraba a su acompañante admirada, risueña y con una gran calma. Le observaba mientras se reía, y comparaba ese instante con todos los momentos felices que había vivido. No supo decidirse porque lo sabía, que los instantes siempre ganan. Instantes que valen oro, que se guardan bajo llave y bajo tortura, que aguantan pérdidas de memoria y demencias. De vez en cuando apartaba la mirada y se centraba en otra cosa, porque él era demasiado para una mente creativa e inquieta. Demasiado bueno, demasiado dulce, y demasiada sensación de logro junta. Provocaba en ella un cambio al que tenía miedo, él hacía que sacara su verdadera personalidad, en realidad la hacía feliz. Se sentía dichosa y se preguntaba de dónde había salido semejante obra de arte tan bien dibujada, y si podía quedarse con él, al menos para que la convirtiera en una musa menos gruñona.
Paró de escribir, ansiaba que desapareciera ese dolor de su pecho, se ahogaba, respiró muy hondo y esperó, esperó el mismo tiempo que esperaba para volver a mirarle. Colocó de nuevo el lápiz sobre el papel:
- "Mi brisa..."
Su brisa la salvó, le regaló cinco segundos y medio.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Se va.

Ya es un nuevo día, y en la mesilla de noche suena la canción favorita que tanto odia, su cara todavía está empapada, su cabello está enfadado consigo mismo y sus sábanas han intentado escaparse descaradamente, como cuando ella a veces corre por la calzada cuando un semáforo la amenaza parpadeando en verde. Y rompe la música del aire con sus dedos.
Calma de nuevo – dice mientras busca un calcetín que también intentó fugarse con sus sábanas. Ella hoy se siente enredada por dentro y un poco rebelde por fuera, pisa fuerte sobre la alfombra de su cuarto formando eco al otro lado del mundo que está bajo sus pies, ella hoy quiere enfadarse por cualquier cosa, quiere sacar la lengua, arrodillarse y volver a ser niña para aprenderlo todo por primera vez, quiere tirar sus tacones sin necesidad de sentirse pequeña, quiere sonreír en una foto y no sentirse mentirosa por no recordar cómo se hacía. Y quiere sobretodo ser querida. Tal y como quieres a un ser querido que te ha enseñado a ser mejor persona sólo con su forma de mirarte, y tal y como se quiere a un lugar, a un momento, o incluso a alguien que acabas de conocer. Y esto puede pasar una vez en la vida, puede pasarte mañana, ya pudo haberte pasado antes o puede que ni siquiera te pasen y te des cuenta de las cosas que te has perdido o de las que posiblemente en un futuro te perderás. Porque tener ganas de vivir es la mejor sensación que nadie jamás podría sentir ¿Hay alguien tan afortunado como para levantarse todos los días con ganas de comerse el mundo?
Y lo más triste es que todo esto pasa cuando la vida se encarga de enseñarte estas cosas a base del sufrimiento y de lo que más duele. Y nadie viene a decirte cómo te tienes que enfrentar a la vida y cómo tienes que actuar en cada momento, estás sólo. Eres simplemente una persona inestable y especialmente vulnerable, y con el tiempo y los años endureces tu forma de ver y hacer las cosas. Es difícil, pero ¿sabes? Es lo más bonito de haber nacido. Nunca entenderás por qué lo es hasta que comprendas que no puedes controlar tus circunstancias y que aunque sientas que no puedes seguir adelante, nunca podrás retroceder.

Puedes vivir cosas horribles, incluso cosas que sabes que no mereces vivir. Puedes gritar y decir que tienes miedo de la soledad y de ser frágil. Puedes sentirte roto, como cuando sientes que tus padres no tienen tiempo para ti, o como cuando haces un sobre esfuerzo que nunca fue reconocido. Pero lo peor es tener la mente y el corazón rotos, porque algunos dicen que después de que eso pase, es tanto el dolor, que no sientes nada. El ruido del ambiente corre por tus vellos de punta y las vibraciones te llegan a todas partes, desde la frente hasta los talones, pero apenas eres capaz de pronunciar palabra. Te sientes muerto en vida, sientes todas las emociones del mundo a la vez, la furia, la tristeza, la locura, el rencor, la incertidumbre… y tu mirada se termina perdiendo en lo más profundo de tu ser hasta que parece no estar más contigo, se pierde y se imagina soñando, porque sabe que ningún sueño por espantoso que sea no puede compararse con la realidad que estás viviendo.
Intentas escaparte, encerrarte y engañarte, arrancas  lágrimas de tu cara creyendo que si se quedan dentro, además de tener un corazón roto también tendrás un corazón ahogado. Pero te terminas dando cuenta de la triste realidad. Después sabes que no vas a volver a sentir la felicidad tal y como la conoces que cuando tuviste uso de razón, como cuando montas por primera vez sin pedales tu bici nueva o como cuando hueles desde tu cama los churros que trae tu padre para desayunar. Pues para ella eso era la felicidad, y se da cuenta de cuánto echa de menos esas cosas. Y cuando despierta de todo eso habiendo vivido tantas cosas, ese día llegó a aceptar su vida. Aceptó las condiciones, las ventajas y desventajas, aceptó reírse y llorar, aceptó no tener ganas y sacarlas de donde no las había, aceptó el querer y el olvidar, porque de eso trata la vida.
Ahora tiene más días que nadie para odiarse, para quererse, para estar enredada y querer cantar con la música alta, para dar besos sin que se los pidan, para romperse un día y arreglarse al otro, para estar loca, para decir tantas tonterías como se le ocurran, para sonreír en las fotos, para burlarse de los que se burlan, para sentirse agobiada y dar lo mejor de ella misma, incluso para amar lo que hace, amarse ella, y amar a los que le rodean. Y sí, ese día ella se levantó llorando, para qué dar rodeos, pero si pisó fuerte su alfombra no fue por pena ni por estar tan triste. Fue porque le alegraba saber que, aunque lloraba cada noche, era capaz de seguir adelante.
Marcó un comienzo entre lo real y lo inconsciente, tachó su pasado de su mente y también, podría decirse que, recogió sus escombros.


Después de tanto tiempo, de haberse despertado cada día con los ojos invadidos en recuerdos, después de haber borrado tantas palabras inservibles de su libreta en blanco y después de haberse esforzado por mantener sus andares ridículamente normales manteniendo su cabeza bien alta, después de todo eso; su tristeza, se va.

lunes, 28 de noviembre de 2011

...

.. no sé como contar como me siento ahora mismo, unos dicen que es rabia, otros nostalgia..  y yo misma no sabría descubrirlo. Me da igual no saberlo, lo que no me da igual es no poder hacer nada para cambiarlo, es todo muy raro, no estoy de ninguna manera, en realidad estoy bien, sólo que...
todavía queda algo, ese algo... me trae de cabeza. Dios, ojalá fuera todo más facil, ojalá hubiera respondido de otra manera distinta y hubiera mentido desde el principio...  una mentira, y todo habría acabado, al menos para tí.
No es muy propio de mí que digamos pensar así, pero a veces la situación te enseña tantas cosas y te agobia tanto a la vez que no sabes lo que hacer, si desear morirte o yo que sé!







lunes, 14 de noviembre de 2011

No siempre gana el que más dura, sino el que mejor sabe aguantar.

Un nuevo blog, y una nueva vida. Borrón y cuenta nueva oficialmente.
Ya no quiero seguir con esta tontería, ahora pa cá luego pa llá... mira, que la vida es muy corta! Que no podemos encerrarnos en nuestra propia mente, que somos esclavos de nosotros mismos continuamente.Siempre nos olvidamos de las cosas buenas, y ya no puedo más,.. porque hay veces que despierto y pienso: ojalá viviera en esta cama para siempre.. y para qué? para no enfrentarme al mundo, para evitar todo sentimiento que pueda salir de mí. Es eso una forma de vida? O es que yo soy la masoca? Me da igual sufrir tanto, de verdad, porque aún así, soy feliz. Vale?